9 de junio de 2014


Hoy, ocho meses sin vos… Semanas, días, horas extensas, interminables, extrañas y cambiantes, llenas de sensaciones raras, aprendiendo a vivir la vida, esta vida que es tan distinta después de un sacudón tan grande, tan demoledor… Estoy intentando respirar sin vos, mutilada porque sin duda me falta un pedazo de mi ser, pudiéndome levantar cada vez sólo por la fuerza que Dios me dio cuando me enseñó la lección más grande viéndote vivir a vos. Mi chiquita más chiquita, princesa de las sonrisas eternas, pese a tu cuerpito castigado, a tanta invasión, al dolor…, VIVISTE. Sí, así con mayúsculas hijita, y de un solo soplido tu vida desarmó y armó tantas cosas en mi interior y en el de tantos que aún me asombra.
No vivo por inercia, no siento que estoy muerta aunque el dolor crezca en vez de menguar… No voy sin rumbo, no me perdí tanto porque simplemente vos, mi ángel, de la mano de Dios siempre me llevaste a límites insospechados exterior e interiormente, me hiciste descubrir que puedo, me dejaste una gran lección… Es que la vida es frágil, corta, volátil, y tantas veces nos estructuramos tanto que ni siquiera logramos ver a Dios, tan presos de cosas sin sentido, tan «sabios» en cosas que ni conocimos… Hoy, princesa mía, como cada día, te recuerdo con todo el amor que encendió tu luz eterna, sí, sin dudas eterna como tu sonrisa, con lágrimas en los ojos, una sonrisa en los labios y paz en el corazón…
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